El sueño es una función vital para el ser humano; su insuficiencia o mala calidad pueden comprometer tanto la salud física como mental, teniendo impactos significativos en el ámbito social, advierten expertos de la Comisión Nacional de Salud Mental y Adicciones (Conasama) de la Secretaría de Salud.
En el Día Mundial del Sueño, celebrado el 15 de marzo, Conasama subrayó que durante el descanso nocturno tienen lugar en el cerebro procesos regenerativos y hormonales cruciales para el adecuado funcionamiento del cuerpo y para el desempeño eficaz de las actividades diarias.
La evidencia científica revela que los trastornos del sueño están asociados con un mayor riesgo de padecer diabetes, hipertensión y enfermedades cardíacas, así como con afectaciones en la salud mental, como el incremento de los niveles de depresión, ansiedad e irritabilidad.
Entre las alteraciones a tener en cuenta se encuentran el dormir en exceso, la mala calidad del sueño, los despertares nocturnos recurrentes y los episodios de apnea del sueño, que se manifiesta con el consecuente ronquido.
La Unidad de Medicina del Sueño del INER señaló que hasta el 30% de la población experimenta somnolencia diurna excesiva (SDE), lo cual afecta negativamente la calidad de vida y la productividad, convirtiéndose en la segunda causa de accidentes después del consumo de alcohol.
La somnolencia diurna excesiva puede atribuirse a hábitos poco saludables de sueño, factores socioculturales, largos tiempos de desplazamiento, responsabilidades domésticas y el cuidado de hijos, entre otros factores que reducen
Mantener un horario constante para acostarse y levantarse, incluso los fines de semana.
Mantener el dormitorio oscuro, tranquilo y a una temperatura confortable, sin dispositivos electrónicos en la habitación.
Evitar comidas pesadas, cafeína y alcohol antes de dormir.
Incluir actividad física regular en la rutina diaria, pero evitar ejercicios intensos justo antes de dormir.
Limitar las siestas durante el día a 20 o 30 minutos máximo.
El uso excesivo del teléfono móvil, especialmente antes de dormir, la falta de ejercicio, las cenas tardías y copiosas son factores adicionales que contribuyen a la privación de sueño o a su mala calidad.
Hasta un 80% de los problemas de sueño pueden abordarse mediante una buena higiene del sueño. Se recomienda que las personas tomen conciencia sobre la importancia de dormir la cantidad adecuada de horas: entre 7 y 9 horas para adultos a partir de los 18 años, y entre 9 y 11 horas para niños en edad escolar y adolescentes de secundaria.
Aquellas personas que experimenten dificultades para conciliar el sueño, incluso después de seguir todas estas recomendaciones, deben buscar atención médica en clínicas especializadas que traten trastornos del sueño causados por accidentes, depresión, ansiedad, problemas cardiovasculares, insomnio, síndrome de apnea obstructiva del sueño y síndrome de piernas inquietas. Es fundamental evitar la automedicación en estos casos.